Actualmente en el mercado encontramos multitud de esmaltes, multitud de marcas, colores, permanencias… muchos de ellos muy asequibles, pero eso sí, poco recomendables, ya que cuentan con un cóctel químico, que además de castigar visiblemente el estado de salud de las uñas, afecta internamente y de forma nociva a nuestro organismo.

El trío toxico por excelencia es el compuesto por el DBP (ftalato de dibutilo, que se emplea como plastificante); el tolueno (utilizados como diluyente) y los formaldehídos (que endurecen y aportan adherencia).

Yo creo en la cosmética sin tóxicos, por ello mis esmaltes de uñas no cuentan ni con ftalatos, toluenos ni formaldehídos. Pero no me basta con eliminar el trío tóxico, voy más allá y por ello cuento con gamas de esmaltes que eliminan de su formulación hasta 12 ingredientes tóxicos más tales como el alcanfor, resina de formaldehido, etil tosilamida, parabenos, tripolifosfato de sodio-tpp, gluten, xileno, MIT y mequinol-mehq. Además, ningún ingrediente es de origen animal ni han sido testados en animales.